Lorenzo siempre admitió admirar y odiar a su padre, él más inteligente y él más tirano según Lorenzo, no fue fácil aparentar ser siempre el mejor en todo lo que le pedían ser, era traumante algunas veces obligado otras por demostrar que él podía con todo que le encomendaba su padre. Desde el bisabuelo tienen el mismo nombre,” Lorenzo” se había convertido en una tradición de la familia, de la misma forma exigía el doble o el triple llevar a cuestas llamarse Lorenzo como sus antecesores, la conducta de ser firme en sus decisiones y disciplinado con la misma severidad que había sido educado su padre, de alguna forma algo tormentoso constantemente sentía una gran peso encima, ser el estandarte tenía sus ventajas sobre los otros, aunque le costaban constantes provocaciones cuando esto generaba discordias, pero en el fondo deseaba ser como los demás.
Claudio el hermano de en medio, el más rebelde por cierto y Fátima la más pequeña de sus hermanos
Llegado el tiempo de partir a los Estados Unidos, a estudiar la carrera que le había sugerido su padre mas por tradición familiar, que por decisión propia, desde que el abuelo hiso crecer su vieja imprenta a una imprenta electrónica y más tarde una agencia de publicidad, la consigna de ser publicista y seguir apuntalando el viejo y lucrativo negocio es casi obligatoria. Claudio seguiría los mismos pasos, pero él tenía en mente otras cosas, imposible soñar con todo ese mundo que él anhelaba, simplemente no encajaba y pensar que de niño siempre quiso ser un payaso de circo, cierta insatisfacción y angustia lo invadía, una mezcla rara además de ser un poco tímido y a veces taciturno.
Al entrar a la habitación de la universidad donde me encontraba expectante de conocer a mi roommate miré su cara incierta pero amable un poco arisco a las preguntas, noté cierta incomodidad. Pensando que iban a ser cinco años de compañía decidí ser lo más solidario con Lorenzo, los dos veníamos del mismo país pero diferentes estados, al tiempo gane su confianza y a mi mejor amigo, a veces lo percibía infeliz ó tal vez insatisfecho por estudiar algo que no le agradaba, pero la reputación familiar estaba por encima de sus deseos de ser independiente.
Él no se permitía hacer una estupidez para no defraudar a nadie, acostumbrado a ser el mejor estudiante, realmente lo admiraba, me impresionaba la perfección de sus notas la obsesión para resolver problemas de cálculo y álgebra, eso me motivo inconscientemente a competir con él, aunque en algunas ocasiones trate de disuadirlo de su disciplina con algunas fiestas y chicas sin conseguir que participara y menos a un toquecito de mota, los nerds suelen ser así fumadores pasivos como lo era Lorenzo, aunque padeciera a ratos reír sin motivo alguno por los efectos del humo, siempre atrapados por algún tema raro ó por nada reíamos, pero la meta de emprender nuestros objetivos a una vida profesional estaba ahí latente en todo momento y emprendimos distintos destinos después de graduarnos.
Olvidando el posgrado en arte publicitario, deseoso en probar, mis habilidades profesionales por una nueva vida laboral. Pero al no encontrar rápidamente trabajo le llamé a Lorenzo para pedirle empleo, siendo el Vicepresidente/Gerente general de la empresa que generaba millones de dólares al año, su clara capacidad de liderazgo, la suficiente cultura general y sobre todo se esforzaba por manejarse con buen humor, ante un mundo de problemas la gran iniciativa y actitud me enseñaron a imitarlo, su padre le ordenaba un proyecto y su abuelo otro, a veces frustrado, él deseaba hacer algo más mundano. Sentirse libre tenía sentido ante el afán mezquino de sus directores, deseaba un cambio, reinventarse como individuo era un plan que lo seducía. Un día decidió dejar todo para volverse prácticamente un vagabundo, siempre recordaba a su maestra de primara; para que exista un movimiento siempre hay que aplicar una fuerza, él decidió aplicar la física a su aire, y decidió tomar un avión que cambiaría por siempre su vida, contemplo asumir su propio riesgo en busca de nuevos horizontes, amanecer en el Tíbet no era cosa de todos los días. Después de algunos años recibí un e-mail en el describió sus experiencias y los recorridos hasta llegar a la india.
Claudio se desempeñaba como el titular de la agencia, un tipo muy raro más bien locuaz, para ser exacto y con un tino para hacer negocios impresionante, diferente a Lorenzo lo echaba de menos todavía por la posición que había ganado en ese tiempo, ahora todo había cambiado, este trabajo ya no era todo para mí, pero era incapaz de ver más allá de mi nariz.
Una tarde realizábamos una junta de consejo, cuando entró un tipo delgado con barba entrecana realmente tenía un aspecto más o menos de hippie me incomodo ver un tipo sin la formalidad de la rigurosa corbata, no tenía la menor idea sobre él, tomo su lugar en aquella mesa rectangular y algunas miradas recelosas apuntando discretamente para barrerlo de pies a cabeza, Claudio ni se inmuto ente su presencia y como siempre tan impredecible dudamos que se tratara de algún nuevo socio.
A la mañana siguiente cerca de la agencia lo vi en un puesto de tamales sobre la avenida de los Insurgentes con Nabor el que hace el aseo, al percatarme me estacioné rápidamente y me acerque morbosamente disimulando no haberlos visto, la atención más bien se centro en mi porque jamás me había parado en ese puesto de tamales.-¿qué hace uste aquí?- me pregunto Nabor a grito abierto lo que provoco que me largarse pronto al tiempo de cobrarme los tamales
- señor, señor son quince pesos joven.-
-Como era posible que Nabor pagara mis tamales carajo- me decía -y todo por intrigoso-, iba hablándome solo después de tirar los tamales en el bote de basura.
Note que rieron mientras caminaba a mi trabajo, al entrar a mi oficina me seguía sintiendo como alienígena, mientras observaba contento a Don Lorenzo y a Claudio que no dejaban de sonreír, pues hablaban con una mujer de rasgos indígena, alta, morena y de cabello muy negro, por cierto hermosa para ser de un pueblito del istmo de Tehuantepec como ella comentaba, sin evitar escuchar su conversación.
Entonces empecé a elucubrar de seguro a esta tehuana viene por un puestos de secretaria, pero quién la abra recomendado para estar con ellos.
Más tarde Claudio y el señor de barba pasaban frente a mi oficina, yo los miraba de reojo y me volvió a entrar la desconfianza y empecé a entrar en una sensación de angustia, me pareció muy raro sobre todo cuando lo vi venir a mí oficina al cruzar la puerta mirándome pregunto.
-¿sabes quién soy? Sentí una extraña sensación como si fuera una pregunta amenazante y el nerviosismo me invadió más cuando volvió a preguntar - ¿De verdad no te acuerdas de mí?-
Por más que trataba no lograba hilar algunos recuerdos y le conteste un poco nervioso.
–no sé quién eres, ¿nos conocemos?- después de unos largos segundos sonrió
- ¿soy Lorenzo, no me reconoces?- a la respuesta, me quede tratando de recordar aquel Lorenzo, pues venia con una mestiza que parecía su pareja, quede perplejo titubeante por saber más de él, de ese Lorenzo irreconocible.
-¿Como me vez? – No tarde en responder – mucho más delgado pareces un sobreviviente de una diarrea severa- no pude evitar reír nerviosamente y mirar la silueta de esa joven indígena.
Pero eso no lo distrajo para continuar hablando, mientras yo cavilaba qué propósito tiene la vida, realmente no pudiera estar en sus zapatos, tratando de ordenar mis pensamientos, súbitamente me salió la pregunta casi obligada, -bueno y ahora que sigue regresaras al trabajo?- Su mirada hurgaba entre mis ojos buscando la sinceridad de mi pregunta.
dejó caer sobre mi escritorio un libro, de título, Aprendiz de Chamán, -es la tercera edición- me comento. –Ahora me dedico a escribir historias, hago lo que realmente me gusta ya soy libre.-
No he dejado pensar en Lorenzo desde hace tres días y sigo pensando y meditando si seria capaz de reinventarme, de romper mis esquemas, mis hábitos y mis rutinas de las que no pudiera imaginarme siquiera prescindir de ellas, es algo aterrador pensar siquiera en eso, pero tengo esa inquietud de que algún día sin sentir miedo lo intentare.
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